DOI:10.60728/hsv94j88

Una introducción a la relación entre comercio y virtud en Adam Ferguson

An Introduction to the Relationship between Commerce and Virtue in Adam Ferguson

Álvaro Vergara1

https://orcid.org/0009-0001-1821-8484

Recepción: 29.10.2023

Aceptación: 13.03.2024

Resumen: Pese a ser considerado como uno de los autores más importantes para el liberalismo, el pensamiento de Adam Ferguson (1723-1816) no ha sido desarrollado sistemáticamente en la actualidad. Este artículo analiza algunos de los presupuestos filosóficos de uno de los principales pensadores de lo que se ha denominado como Ilustración Escocesa. Ferguson, a través de sus estudios multidisciplinarios, logró desarrollar una teoría compleja y, a la vez, completa, sobre el origen y finalidad de la politicidad en el ser humano. Anclado en la teoría clásica, principalmente aristotélica y estoica, Ferguson rechaza las explicaciones del origen de la sociedad relativas al contrato social o cualquier otra ficción jurídica (Smith, 2019). En lugar de eso, prefiere afirmar que el humano es un ser político naturalmente sociable por motivos que son intrínsecos a su personalidad.

Palabras clave: Adam Ferguson, animal político, Aristóteles, sociabilidad, virtud.

Abstract: Despite being considered one of the most important authors in liberal tradition, the thought of Adam Ferguson (1723-1816) has not been systematically developed today. This article analyses the thought of one of the leading thinkers of what has come to be known in the academic literature as the Scottish Enlightenment. Ferguson, through his multidisciplinary studies, succeeded in developing a complex and comprehensive theory of the origin and purpose of policity in man. Anchored in classical thought, mainly Scotic and Aristotelian theory, Ferguson rejects any explanation of the origin of society in terms of the social contract or any other fiction and asserts that man is a political being, naturally sociable for reasons that are intrinsic to this personality.

Keywords: Adam Ferguson, political animal, Aristotle, sociability, virtue.

Introducción

Pese a ser uno de los exponentes más importantes de la Ilustración Escocesa2 y del pensamiento liberal, Adam Ferguson es casi un desconocido en la ciencia política contemporánea. Considerado por algunos como el núcleo del proyecto intelectual ilustrado escocés (Smith, 2019), incluso en el mundo anglosajón este pensador ha sido poco explorado en la actualidad, si lo comparamos con contemporáneos suyos, como Adam Smith y David Hume (Smith, 2019)3. En español su legado es más mezquino todavía, pues solo se ha traducido uno de sus múltiples textos: su famoso Essay of the History of Civil Society (Ediciones Akal, 2010; Estudios Constitucionales, 1976)4. En realidad, su redescubrimiento es reciente: esta última obra –que es una versión más extensa de su Treatise on Refinement–, en su versión inglesa también cayó en el olvido y solo fue recuperada después de dos siglos de su publicación.

A través de sus estudios multidisciplinarios, teóricos y comparativos, este autor desarrolló una comprensión sofisticada de la sociedad comercial que, por cierto, en su tiempo recién comenzaba a desarrollarse, logrando predecir incluso algunas de las consecuencias de su avance. Esos estudios resultarán fundamentales en la doctrina de autores del calibre de Karl Marx, Johann Gottfried Herder y Friedrich Schiller (Herman, 2024, p. 339). Como explica Scher (1989), una gran gama de pensadores intentó reflexionar sobre las tensiones que generaba el auge de las nuevas formas económicas y políticas que comenzaban a desplegarse con la profundización del capitalismo y Ferguson fue uno de los autores más agudos en desentrañarlas con mesura. Según Scher, Adam Smith, junto a otros filósofos políticos escoceses, procedentes de una nación relativamente pobre que se unió a su vecino del sur en 1707 para formar un “nuevo Estado británico”, “se preocuparon no solo de observar, describir y explicar las realidades de la vida económica tal como ellos las veían, sino también de conducir a Escocia hacia el progreso material y la riqueza” (Scher, 1989). De tal forma, este grupo de pensadores, insertos en un periodo específico y complejo de la historia nacional escocesa, constituyeron lo que más tarde se transformará en una tradición canónica, que adquirirá gran influencia en el pensamiento filosófico, económico y sociológico posterior: la Ilustración Escocesa.

En el caso de Ferguson, y lo mismo podría decirse de Adam Smith, David Hume y Francis Hutcheson, quienes son los autores más conocidos de esta tradición, dicho estudio fue enriquecido por sus bastos conocimientos de filosofía moral5, filología, historia y lo que podríamos denominar como sociología –puesto que en esa época ni esta disciplina ni la economía profesional existían6–. En estos autores había una preocupación genuina por descifrar qué componía al ser humano en realidad, cuáles eran sus características, qué lo hacía actuar y cuál era el fin de su vida en sociedad. Y fue en parte debido a una particular tensión, en específico a la colisión entre modernización, moralidad, riqueza, ambición y virtud lo que llevó a estos pensadores, y en particular a Ferguson, al desarrollo de una filosofía política original (Sher, 1989). De tal forma, Ferguson se inserta en un debate entre los antimodernos y los pensadores de la modernidad comercial, al desarrollar un enfoque que intentó conciliar ambas visiones (Herman, 2024).

En Ferguson esas tensiones entre la vida de las sociedades arcaicas y las modernas eran especialmente fuertes debido a su trayectoria vital y su enfoque disciplinario histórico y también por el estudio e influencia de la tradición humanista cívica o republicana clásica, a la cual atribuía un papel fundamental e imprescindible en la vida en común a la virtud pública (McDaniel, 2013)7. El autor escocés estaba convencido de que el comercio era bueno pero que por sí solo era insuficiente para mantener la cohesión social, ya que sus dinámicas tenían el potencial de deteriorar las virtudes públicas de la ciudadanía. Ferguson, en ese sentido ilumina al decir lo siguiente:

Los objetos de propiedad, cuando se consideran únicamente desde el punto de la subsistencia, incluso de distracción, no suelen corromper a los hombres ni despertar en ellos el espíritu de rivalidad o envidia. Pero, cuando la fortuna decide el rango, esos objetos considerados desde el punto de vista de la distinción y del honor excitan las pasiones más vehementes, absorben todas las facultades del alma y reconcilian la avaricia y la mezquindad con la ambición y la vanidad (Ferguson, 2010, p. 216).

En otras palabras, para Ferguson el comercio es una actividad que no puede sobrevivir por sí sola. Más bien, necesita de un sustrato moral que le permita funcionar de buena forma y a largo plazo. Por otro lado, y aún más importante, si bien la actividad comercial era imprescindible para la mejora en la calidad de vida y el desarrollo tecnológico, para Ferguson no era el principal sostén del orden social. Según Herman, Ferguson consideraba que la sociedad comercial, con su “sobreespecialización y mutilación mental”, había destruido parte del honor, integridad y coraje presente en algunos grupos de la sociedad civil (Herman, 2024, p. 337).

En esa dimensión, el liberalismo de Ferguson puede resultar interesante para reflexionar sobre nuestras instituciones contemporáneas y para robustecer nuestra comprehensión sobre su funcionamiento y finalidad. Este artículo tiene por objetivo precisamente ilustrar algunas aristas de la concepción de la sociedad y la virtud en Ferguson. Por lo mismo, solo funcionará como una introducción a aspectos generales de su pensamiento. En la primera sección se desarrollarán algunas de las principales características del liberalismo asociativo de Ferguson. En la segunda sección se detalla el origen de ese liberalismo asociativo, en concreto, el aristotelismo del pensador escocés. Y en la tercera sección se detalla cuál es la finalidad de la asociación a opinión de Ferguson.

El liberalismo asociativo de Ferguson

Buscar las características de las instituciones políticas, económicas y morales que permitan a los ciudadanos de las repúblicas modernas vivir en condiciones de paz y tranquilidad fue una de las mayores inquietudes de Adam Ferguson durante toda su vida. El pensador escocés, consciente de la complejidad de los asuntos sociales, tenía en cuenta que las inclinaciones a que tiende la naturaleza humana se ven guiadas por causas complejas e irreductibles a una sola motivación. La naturaleza humana, en efecto, incluye diferentes inclinaciones, y entre las más poderosas se encuentra la tendencia a la autoconservación, la necesidad de afiliarse en un todo mayor y de comunicar a los demás nuestras pasiones y sentimientos (Heath y Merolle, 2008, XII). En ese sentido, el pensamiento político de Ferguson inicia con un relato-diagnóstico de la naturaleza humana y de las circunstancias básicas existentes en una sociedad que permiten el despliegue de las facultades naturales del ser humano, reconociendo así la siguiente premisa fundamental: los seres humanos de la sociedad civil comercial han mejorado su condición individual, pero eso no quiere decir que no puedan aparecer nuevos peligros en el futuro (Wences Simon, 2006b). En otras palabras, lo que Ferguson quería demostrar en sus escritos era que el progreso traería probablemente mejoras materiales, pero que también generaría sus propias tensiones, visión que más tarde será enarbolada por diversos autores, entre ellos el francés Alexis de Tocqueville en su famoso libro La democracia en América (Hirschman, 1997, p. 146) y en El antiguo régimen y la revolución8.

Ferguson piensa que los rasgos del comportamiento humano deben estudiarse de manera sistemática y científica (Heath, 2007). Los asuntos humanos, al igual que los asuntos de la naturaleza, pueden ser analizados por diferentes métodos científicos. Lo que no quiere decir, por supuesto, que sus resultados o conclusiones sean similares a los de las ciencias exactas. Como explica Wences Simon en el prólogo a la traducción del Essay al castellano: Ferguson “aplicó al campo de las ciencias sociales la metodología científica que había sido utilizada en el reino físico y procuró comprender la naturaleza o constitución de los hombres con base en leyes universales o primeros principios y la creencia en la uniformidad de la naturaleza humana” (Ferguson, 2010, p. 15). La posición de Ferguson en ese sentido es original pero poco sistemática a la vez en gran parte por la metodología empleada (Smith, 2019). En efecto, Ferguson no desarrolló un solo método de estudio, sino que aplicó múltiples técnicas metodológicas provenientes de diferentes disciplinas relacionadas entre sí (Smith, 2019). Eso condujo a que sus tratados se construyeran desde una robusta comprensión histórica que dialoga constantemente con estudios sociológicos de los distintos periodos estudiados.

A diferencia de otros teóricos escoceses del siglo XVIII, para Ferguson el ser humano es un animal político y social antes que económico. El contexto de desarrollo económico proporcionado por la Revolución Industrial y el desarrollo de nuevos inventos y técnicas de producción cambió la mirada de varios pensadores sobre la naturaleza humana. El ser humano fue caracterizado como un ser capaz de producir (Smith, 2020, II). Ferguson, sin embargo, no adhirió a lo anterior. En su Essay sostiene que “si llevan a un hombre al desierto y lo dejan solo, se transformará en una planta desarraigada del suelo; aunque conserve su apariencia, todas sus facultades se alterarán y perderán; la persona y el carácter humano dejarán de existir” (Ferguson, 2010, p. 60). Es esa dimensión finalmente lo que lo diferenciaría de otros animales –más tarde Hannah Arendt (1993) complementará esta premisa al afirmar que los seres humanos son los únicos animales capaces de dialogar; es decir, de hacer política mediante el entendimiento racional de unos con otros–. En una línea parecida, Wences Simón explica que “el escocés considera que las sociedades civiles comerciales afrontan grandes peligros como consecuencia de la creciente idea de que el vínculo social podía mantenerse únicamente por las acciones económicas, relegando a un segundo plano las dimensiones ética y política” (2006).

Para comprender lo especial que resulta la posición de Ferguson, es conveniente confrontarla con lo que pensaban otros autores de la época. Por ejemplo, si comparamos a Ferguson con Adam Smith, las distinciones y matices efectuados por el primero logran apreciarse de forma clara en sus escritos. Smith se concentraba en los aspectos positivos del intercambio, la división del trabajo y el crecimiento económico, mientras que Ferguson hacía lo mismo, pero resaltando al mismo tiempo sus posibles peligros (Herman, 2024, p. 341). Smith explica el funcionamiento de las naciones y la interacción de los individuos desde un punto de vista esencialmente económico, mientras que para Ferguson este enfoque “moderno” era insuficiente y por ese motivo priorizaba los ideales morales estoicos y cívicos (Sher ,1989, p. 242). Ferguson, al igual que sus compañeros Smith y Hume, compartía la confianza en la teoría de que el comercio terminaría por reemplazar al viejo orden. Los tres escoceses confiaban en que la alternativa ofrecida por el comercio y los intercambios era la dirección más segura para avanzar en la civilización de la sociedad. Sin embargo, la diferencia estuvo en que Ferguson fue mucho más crítico que los otros dos pensadores al momento de advertir sobre los posibles peligros de reflexionar sobre el espíritu comercial: en el momento en que este se erige por sobre las otras dimensiones, pueden generarse efectos contraproducentes. Según Arthur Herman, Hume de hecho veía el Essay de Ferguson como “una rendición a un tipo de primitivismo romántico” (Herman, 2024, p. 339). En efecto, Ferguson tenía la convicción en que la fuerza descontrolada del comercio podía desembocar perfectamente en una nueva forma de tiranía (Wences Simon, 2006b). En ese sentido, a diferencia de Smith, Ferguson se enfoca en los posibles males que la división del trabajo podría generar, entre ellos, “un posible ocaso del temple humano, una probable pérdida del ejercicio ciudadano y un potencial quebranto del honor marcial” (Wences Simon, 2006b). Como explica Herman, Smith y Hume veían claramente los defectos de una sociedad organizada alrededor de la gratificación del interés propio y del cálculo de utilidades y pérdidas. Por otro lado, también comprendían que la división del trabajo y la especialización de una economía moderna y compleja tenía costos sociales. Sin embargo, ambos creían que, a la larga, los beneficios compensaban las pérdidas (Herman, 2024, p. 340). En el tomo II de la Riqueza de las naciones, por ejemplo, Smith sostiene que la división del trabajo provoca que “un hombre que dedica toda su vida a ejecutar unas pocas operaciones sencillas, cuyos efectos son quizás siempre o casi siempre los mismos, no tiene ocasión de emplear su entendimiento o de ejercitar su ingenio para descubrir formas de eludir dificultades que nunca enfrenta” (Smith, 2020, tomo II). Por eso, ambos pensadores pensaban que la propia sociedad comercial buscaría nuevas soluciones para los problemas que ella misma generaría, siendo la educación uno de los más importantes (Herman, 2024, p. 340). Ferguson, en ese sentido, si bien compartía el fondo, lo aceptaba con un grado más de escepticismo. A su modo de ver, si bien los efectos negativos de la modernización podían atenuarse, nunca se podrían reducir por completo sin medidas radicales.

El aristotelismo escocés de Ferguson

Hemos dicho que la posición de Ferguson es interesante –y atrayente– por la singularidad de su análisis social y político: es un liberal que desea el progreso de manera prudente e incluso con recelo. Asimismo, a diferencia del pensamiento elaborado por distintos pensadores insertos en lo que se ha denominado como “filosofía política moderna”, Ferguson se inserta en una rama en el pensamiento liberal que reconoce la sociabilidad natural del ser humano y que atribuye una importancia fundamental al rol de la virtud pública en la sociedad (Kettler, 2017). Esta tradición tiene sus raíces en el pensamiento clásico y por eso Fagg (1968) ha dicho que el pensamiento de Ferguson se ancla fuertemente en el aristotelismo, el estoicismo y el republicanismo. Pese a que su mayor influencia proviene del estoicismo clásico, en este trabajo nos centraremos en su línea aristotélica por dos motivos: primero, porque esta dimensión ha sido menos abarcada en la literatura y, segundo, porque el pensamiento de Aristóteles refleja bien las bases de la dimensión filosófica-política de Ferguson.

En este artículo entendemos al liberalismo asociativo como aquella doctrina que reivindica el comercio y el auge de la sociedad comercial, pero que la comprende desde una dimensión de colaboración y ayuda interpersonal, más que del puro cálculo de beneficios y costos. En ese sentido, una de las posiciones fundamentales del liberalismo asociativo es que rechaza en lo fundamental la explicación del “estado de naturaleza” y del posterior contrato social como el origen de la comunidad política. En lugar de esa posición, esta tradición manifiesta que el ser humano, a diferencia de otros animales gregarios, posee una tendencia irresistible y natural a aliarse con sus semejantes antes de construir cualquier tipo de institución jurídica. La politicidad antecedería a cualquier tipo de acuerdo jurídico. Para Ferguson esta tendencia sería intrínseca al ser humano, porque lograrla no implica un desarrollo tan elevado de sus facultades intelectuales. En efecto, como el autor escocés explica en términos gráficos: “No se necesita el genio de Aníbal o Escipión para detectar la falsa noción de felicidad, de honor o de distinción personal, que engaña al necio y al tosco. Los hombres de capacidad humilde pueden aprender a pensar justamente sobre estos temas” (Principles 403-404, sacado de Hamowy 1969). Por tanto, su conclusión perfectamente podría ser que la sociedad surge desde los propios instintos del ser humano, porque este busca por su propio bien la alianza con los demás. En esa dirección, algunos autores han llegado a decir que Aristóteles constituiría una especie de “puente” que podría “salvar el abismo liberal moderno” por su enseñanza sobre la importancia de la virtud y su preocupación por el telos humano (Tessitore 2014, 648). Ferguson precisamente se encuentra en ese lugar, intentando conciliar las bondades del mundo moderno y la sociedad comercial con algunos valores del mundo antiguo (Smith, 2019). Como explica Pocock (1975, p. 501), el paradigma del comercio presentaba el movimiento de la historia hacia la multiplicación indefinida de bienes. Sin embargo, debido a que estas dinámicas no contenían nada parecido a la politicidad natural del ser humano, el progreso parecía alejarse de algo esencial de la personalidad humana: su dimensión política. Ahí se puede apreciar la dimensión aristotélica de Ferguson: las relaciones comerciales no podrán reemplazar a las relaciones políticas, simplemente, porque ambas poseen naturalezas diferentes.

En rigor, Adam Ferguson podría adscribirse a la tradición de pensamiento liberal-aristotélico por los siguientes motivos. Su doctrina política y en especial su visión sobre la formación de la sociedad humana se aleja de otros pensadores fundamentales para la doctrina liberal, como Hobbes o Locke –de hecho, a menudo alude implícitamente a ellos para criticarlos (Ferguson 2010)–. De esa manera, Ferguson rechaza la posición naturalista que hace del estado de naturaleza “un estado de guerra perpetua, regido esencialmente por el interés y la competencia, donde cada individuo vive en discordia con su vecino y donde la presencia de su semejante es señal de batalla” (Ferguson, 2001, p. 8). El rechazo en sus escritos es claro, explícito y admite pocos matices al respecto. Ferguson así adhiere a una concepción de lo humano de forma consciente y se aleja del pesimismo antropológico compartido por diversos autores modernos para rescatar la politicidad natural que puede llevar al ser humano a la virtud: “es en la conducción de los asuntos de la sociedad civil que los hombres llegan a ejercer sus más bellos talentos, así como el objeto de sus mejores afecciones” (Ferguson, 2010, p. 211)9.

En rigor, el pensador escocés es tajante al decir que la “humanidad debe considerarse en grupos” y que la historia del individuo es solo un “detalle” en el conjunto de pensamientos y sentimientos que ha desarrollado en el contacto con sus semejantes (Ferguson, 2001, p. 10). En otras palabras, la comprensión integral de la humanidad solo podría ser entendida cuando los individuos entran en contacto con los otros. La similitud con Aristóteles en ese aspecto es notoria, bien sabida es la frase del estagirita, cuando dice que quien vive alejado de la sociedad solo puede ser un dios o una bestia (Política, 1253a). Por otro lado, ambos plantean que para obtener la visión más perfecta de las cosas es necesario atender al origen de su evolución (Pol., 1251; Ferguson, 2001, p. 9), sino porque son influyentes en el pensamiento político las etapas de formación de la polis en Aristóteles (familia, aldea, ciudad). El estagirita, al igual que Ferguson, considera que la formación de la ciudad es la comunidad más perfecta en razón de su nivel más alto de autosuficiencia (Pol., 1252b) y ambos defienden una evolución en las etapas de desarrollo humano social.

Ferguson, en efecto, hace referencia expresa a Aristóteles para realizar la distinción entre animales gregarios y políticos, dando exclusivamente al ser humano esta última característica (Principles, p. 21). En palabras de Ferguson: “Entre los animales gregarios, [el hombre] se distingue por asociarse y ser político, una conciencia de su puesto como miembro en la comunidad de sus congéneres” (Ferguson, 2007, p. 167). Para el escocés el ser humano siempre será social antes que racional (Smith, 2021, p. 53), pues este tiende a formar alianzas con los demás de manera innata incluso antes de perfeccionar sus capacidades intelectuales: “la experiencia ha demostrado que el temperamento y las operaciones intelectuales de la mente son, en cierta medida, dependientes del estado de la organización animal” (Ferguson, 2010, p. 169). De tal forma, lo que Ferguson desea demostrar es que la naturaleza humana no es ni esencial ni accidentalmente egoísta como sí afirmaron otros pensadores10. Como explica Craig Smith (2006, p. 26), Ferguson afirma que la sociabilidad es una “faceta de la naturaleza humana, un hecho al que apuntan todas las pruebas de la historia y la experiencia”.

A diferencia de la perspectiva moderna, que busca llevar a los humanos a la virtud mediante ciertos mecanismos externos, como leyes, costumbres y sanciones (Strauss, 2014, p. 129), Ferguson se opone a los sistemas de pensamiento que consideran a la sociedad como una construcción ficticia. Este tipo de posiciones son consideradas por él como “simplificaciones basadas en la ausencia de registros o conocimientos” (Smith, 2006, p. 27). Lo que intenta hacer Ferguson es rescatar la visión de que la moralidad es un elemento sustancial y una fuerza interna e inherente a la inteligencia humana. De esa manera, explica que, a excepción de unas pocas instituciones como las que dirigen a la autoconservación o las que conectan con su especie, la especie humana logra definir qué es lo mejor por sus propios dictados desprendidos de la observación, discernimiento y experiencia (Ferguson, 2001, p. 168). Es decir, lo que busca Ferguson es finalmente recuperar las condiciones interiores y exteriores necesarias para la coexistencia pacífica inherente a la naturaleza humana, sin caer en la inocencia de que el ser humano es puro bien o pura virtud (Smith, p. 2021). Es más, la premisa va en dirección contraria: el pensador escocés reconoce que ciertos móviles o actitudes nos inducen en ciertas ocasiones a conductas perjudiciales para la vida en común y que pueden terminar afectando la relación de unos con otros: “existe, sin embargo, un punto donde suponemos que el cuidado a nosotros mismos se convierte en una fuente de dolorosa ansiedad y de pasiones crueles: cuando degenera en avaricia, vanidad y orgullo” (Ferguson, 2010, p. 96).

La finalidad de la asociación

Ya vimos que Ferguson considera que el ser humano posee una tendencia a la politicidad por razones intrínsecas a su naturaleza. Teniendo eso a la vista, entonces es importante ahora aclarar cuál es la finalidad de la asociación en Ferguson y en otros pensadores escoceses de la Ilustración.

Smith y Hume piensan que es una característica que se desprende de su naturaleza, pero solo Ferguson hace referencia expresa a la politicidad natural: “El hombre político encuentra en el celo nacional y en el motivo de seguridad cómo explicar su conducta” (Ferguson, 2010, p. 64). Tal vez, una de las razones de dicha diferencia, sea la particular concepción que tienen estos autores sobre la finalidad última de la cooperación. Adam Smith, por ejemplo, explica la finalidad de la colaboración como si fuesen meras acciones destinadas a satisfacer las necesidades materiales básicas de los individuos. Por eso Smith, en la exposición de su teoría de la división del trabajo, afirma lo siguiente: “Es la consecuencia necesaria, aunque muy lenta y gradual, de una cierta propensión de la naturaleza humana, que no persigue tan vastos beneficios; es la propensión a trocar, permutar y cambiar otra cosa por otra” (Smith, 2020, p. 44). De tal forma, según Smith, el hombre requeriría de cierto estado material de cosas que solo sería conseguible por medio de la cooperación11. Ferguson, en ese sentido, también incluye esa visión sobre la satisfacción de necesidades materiales que comprueba, por cierto, a través de sus estudios históricos. Pero no solo eso: Ferguson además complementa dicha tesis con otros elementos. En efecto, desde sus estudios históricos, Ferguson reconoce que el ser humano tiene una tendencia irresistible a colaborar con los otros por motivos materiales (Ferguson 2010, p. 171). Sin embargo, afirma que los humanos también buscan esa colaboración por motivos morales e intelectuales, pues la humanidad solo puede lograr su perfeccionamiento mediante la mutua colaboración. Así, Ferguson explica que:

En otros animales, el individuo crece de la niñez a la madurez; en el espacio de una existencia única que llega a la perfección de lo que le ha dado la naturaleza; pero, en el género humano, tanto las especies como el individuo tienen su progreso; edifican el futuro sobre los cimientos del pasado y, sucesivamente, llegan a un grado de perfección en el uso de sus facultades, que no es más que el producto de una larga experiencia y de los esfuerzos combinados de varias generaciones (Ferguson, 2010, p. 45).

En otras palabras, para el escocés el grado más alto de perfección humana solo puede ser alcanzado mediante la consciencia de los errores de los antepasados y la enmienda de dichas fallas en el presente. Por lo mismo, las etapas de desarrollo en la humanidad juegan un rol central a lo largo de toda su obra; de hecho, desde esa presunción marcará su famosa distinción entre sociedades “rudimentarias” y “pulidas”. Este pensador es claro en decir que, a diferencia de las demás especies de animales, el género humano “edifica su futuro sobre los cimientos del pasado” con vistas a alcanzar “la perfección en el uso de sus facultades, que no es más que el producto de una larga experiencia y de los esfuerzos combinados de varias generaciones” (Ferguson, 2001, p. 10). En consecuencia, es posible decir que su perspectiva humana es esencialmente evolutiva –lo que no implica que pueda ser regresiva en ciertos casos–pero no darwiniana, puesto que aunque sean similares Ferguson obtuvo estas conclusiones de sus estudios históricos antes de que Charles Darwin publicara los suyos12.

Como mencionamos arriba, Ferguson era un pensador que veía de forma positiva los avances de la modernización imperante en la sociedades comerciales. Lo anterior, sin embargo, no quiere decir que aceptara todos los efectos y tensiones de la sociedad moderna de manera acrítica (véase Smith, 2021). El pensador escocés, más bien, consideraba que dichas sociedades afrontarían grandes riesgos que poseían la capacidad de modificar radicalmente las formas de convivencia conocidas hasta ese tiempo (Oz-Salzberger, 2008). Dicha advertencia se refleja claramente en las palabras de Ferguson al criticar a la sociedad moderna por su profunda interiorización individual:

Estamos tan acostumbrados a considerar nuestra fortuna individual como el único objeto de nuestra atención que, incluso bajo instituciones populares y en Estado donde los miembros de las diferentes esferas de la nación son llamados para participar en el gobierno de su país, donde la libertad pública necesita para mantenerse una vigilancia y una actividad continuas por parte de los ciudadanos(Ferguson, 2010, p. 101).

De ahí, por ejemplo, que Ferguson considerara que existía un vínculo inexorable y necesario entre tradición, costumbres y virtud (Oz-Salzberger, 2008, p. 148), puesto que el ser humano moderno se había desligado de los asuntos públicos para encerrarse dentro de su propia esfera privada13.

Por otro lado, Ferguson tenía presente que considerar al comercio –utilizando la terminología de Jon Elster (1991)– como el “cemento de la sociedad”, era una premisa insuficiente si se deseaban mantener ciertos grados de cohesión social que permitieran el desarrollo humano integral dentro de la comunidad política. En ese sentido, Wences Simon (2006a, p. 1) explica que el escocés era crítico de la posición que consideraba “que el vínculo social podía mantenerse únicamente por las acciones económicas, relegando a un segundo plano las dimensiones ética y política”. Si se quería encontrar algunas soluciones a dichos inconvenientes, Ferguson consideraba que debían ser buscadas en el pensamiento clásico. De tal forma, el pensador construye toda una propuesta intelectual que buscó conciliar su liberalismo político con el humanismo cívico clásico (Wences Simon, 2006a, p. 2).

Como ha explicado Katherine Nicolai (2014), lo que intentó hacer Ferguson fue elaborar un pensamiento moderno, pero ecléctico. Como explica Craig Smith (2019) –quien sigue en esto a Nicolai–, los eclécticos modernos consideran los textos clásicos como fuentes de ideas y no como centros de autoridad. Eso les permite mezclar y combinar elementos de distintas escuelas según les parezca, para realizar desde esos presupuestos su interpretación de la vida moderna. En esa unión juegan un papel central dos acciones del ser humano: la naturaleza activa y el esfuerzo público. La tarea de Ferguson, por tanto, fue buscar una fracción importante de conocimiento en los corpus de pensamiento clásico. Por eso, al igual que otros pensadores como Tocqueville, Ferguson atribuye una vital importancia a la virtud, rasgo que los clásicos consideraron como imprescindible en cualquier orden político.

Para Ferguson, no obstante, la consecución de la virtud no es una tarea fácil, pues para alcanzarla se necesita alcanzar ciertos estados de desarrollo intelectual y moral. Como nota Oz-Salzberger (2008, p. 149), “mientras que las bestias, los salvajes y los niños disfrutan normalmente de un terreno de juego natural, los hombres y los ciudadanos, tanto antiguos como modernos, necesitan tanto de la buena fortuna como de fortaleza cívica para llevar a cabo su propensión natural”.

Reflexiones finales

En definitiva, volver a reflexionar sobre el pensamiento de Adam Ferguson puede ser útil en la configuración de un liberalismo que equilibre los beneficios del crecimiento económico con el incentivo de las virtudes que permiten a los individuos vivir en regímenes republicanos y participativos. La modernización acelerada ha generado descontento y un deterioro de las virtudes públicas en las sociedades contemporáneas (Paniagua y Vergara, 2022). Por lo mismo, repensar la concepción y la relación entre virtud y comercio en Ferguson, podría orientar para alcanzar una comprensión de problemas de virtud pública el comportamiento humano que muchas veces terminan por ser invisibilizados.

En efecto, si bien Ferguson es reconocido por haber sido uno de los teóricos más importantes de la llamada “mano invisible” con su frase de que “las naciones se tropiezan con instituciones que son, en realidad, el resultado de actos humanos y no la ejecución de un designio humano” (Ferguson, 2010, p. 174); su pensamiento filosófico y sociológico tiene mayor profundidad. Como explica Wences Simon (2006a, p. 2), Ferguson pretendía:

[…]demostrar que la llegada de la sociedad civil comercial no significaba tan solo el arribo de un individualismo liberal, sino también el advenimiento de un conflicto entre, por un lado, un lenguaje que exaltar al mercado, la especialización de funciones, el lujo, el refinamiento de las costumbres, la pasividad política, la representación y bases para la estabilidad del gobierno; y, por otro, un lenguaje republicano que insiste en la idea de que la libertad no puede subsistir sin la virtud y la participación política, las cuales se ven duramente amenazadas por aquel comercio que se acompañaba de especulación e intensa y diversificada división del trabajo.

En último término, Ferguson ya sabía que el orden social solo podría preservar su estabilidad si el crecimiento económico y el desarrollo industrial eran acompañados de fuertes valores cívicos. El autor escocés presentía que la expansión del comercio terminaría por atomizar a los grupos sociales con efectos que todavía están lejos de ser dimensionados a cabalidad.

Referencias bibliográficas

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  16. McDaniel, I. (2013). Adam Ferguson in the Scottish Enlightenment. The Roman Past and Europe’s Future. Massachusetts, Estados Unidos: Harvard University Press.

  17. Montesquieu (1906). El Espíritu de las leyes. Madrid, España: Librería general Victoriano Suárez.

  18. Nikolai, K. (2014). Adam Ferguson’s Pedagogy and his Engagement with Stoicism. Journal of Scottish Philosophy, 12(2), 199-212.

  19. Oz-Salzberger, F. (2008). Ferguson’s Politics of Action. En Heath, E. y Merolle, V. (2008). Adam Ferguson: History, Progress and Human Nature. Londres, Reino Unido: Pickering & Chatto.

  20. Paniagua, P. y Vergara, A. (2022). Gobernanza policéntrica y la crisis de la democracia liberal. Estudios Públicos, (167), 77-105.

  21. Pocock, J. (1975). The Machiavellian Moment. Florentina Political Thought and the Atlantic Republican Tradition. Princeton, Estados Unidos: Princeton University Press.

  22. Sher, R. (1989). Adam Ferguson, Adam Smith, and the Problem of National Defense. The Journal of Modern History, 61(2), 240-268.

  23. Smith, A. (2020). La riqueza de las naciones. Madrid, España: Alianza.

  24. Smith, C. (2006). Adam Smith’s Political Philosophy. The invisible hand and spontaneous order. Londres, Reino Unido: Routledge.

  25. Smith, C. (2019). Adam Ferguson and the Idea of Civil Society. Moral Science in the Scottish Enlightenment. Edinburgo, Escocia: Edinburgh University Press.

  26. Smith, C. (2021). Self-interest in the Thought of Adam Ferguson. En A Genealogy of Self-interest in Economics. Springer.

  27. Tessitore, A. (2014). Review Essay: Aristotle & Modern Liberalism. Polity, 25(4), 647-655.

  28. Tocqueville, A. (2015), La democracia en América. México: Fondo de Cultura Económica.

  29. Wences Simon, M. (2006a). Adam Ferguson y la difícil articulación entre comercio y virtud”. Polis, Revista de la Universidad Bolivariana, 5(14), 1-9.

  30. Wences Simon, M. (2006b). Sociedad civil y virtud cívica en Adam Ferguson. Madrid, España: Centro de Estudios Constitucionales.


  1. Álvaro Vergara. Magíster en Estudios Políticos por la Universidad de los Andes (Santiago de Chile). Instituto Estudios de la Sociedad (Santiago de Chile). Correo electrónico: avergara@ieschile.cl. Temas de especialización: liberalismo político, ilustración escocesa y neoliberalismo.↩︎

  2. La Ilustración Escocesa fue un movimiento cultural, intelectual, arquitectónico, político que se desarrolló entre los siglos XVIII y XIX en Escocia. Para un estudio acabado del periodo y sus principales figuras véase Herman, 2024.↩︎

  3. Uno de los profesores que más ha estudiado a Ferguson en la actualidad es el profesor de la Universidad de Glasgow, Craig Smith (2021).↩︎

  4. Wences Simon (2006b) explica que el Essay cayó durante largo tiempo en el olvido y que hubo que esperar más de dos siglos para que se viera revitalizado. Esto porque el concepto de sociedad civil ha ido tomando una importancia fundamental durante los últimos años.↩︎

  5. Los cuatro fueron profesores de Filosofía Moral. Para conocer los sistemas de pensamiento moral de cada uno de estos autores véase Principles of Moral and Political Science, de Adam Ferguson; Tratado sobre la naturaleza humana, de David Hume; Teoría de los sentimientos morales, de Adam Smith, y A System of Moral Philosophy, de David Hutcheson.↩︎

  6. Durante los años anteriores a la actividad universitaria, Ferguson fue nombrado sucesor de David Hume como bibliotecario de la Facultad de Derecho de la Universidad de Edimburgo, lo que le permitió acceder a más de treinta mil volúmenes en una de las mejores bibliotecas de Europa (Ferguson, 2010).↩︎

  7. Pese a que la virtud es un concepto complejo y del que derivan muchas aristas y teorías, en este trabajo lo entenderemos según la noción de Montesquieu; es decir, como “el amor a la república” (EL II, p. 21). Montesquieu fue una influencia importante para Ferguson. Más tarde, Tocqueville profundizó y especificó este concepto de virtud, describiéndolo de la siguiente manera: “Existe un amor a la patria que tiene principalmente su fuente en el sentimiento irreflexivo, desinteresado e indefinible, que liga al corazón del hombre a los lugares que le vieron nacer. Ese amor instintivo se confunde con el cariño a las costumbres antiguas, con el respeto a nuestros mayores y el recuerdo del pasado” (DA I, p. 244).↩︎

  8. Albert Hirschman (1997, p. 147) explica que Ferguson se adelantó no solo a Marx, sino también a Durkheim y Tonnies al contraponer la solidaridad propia de las tribus “al espíritu que reina en el Estado mercantil”.↩︎

  9. En la actualidad, cientistas sociales que siguen los pasos de Ferguson han demostrado los beneficios de dichas instancias cooperativas mediante experimentos y evidencia computacional. Sobre el tema véase Axelrod, 1981.↩︎

  10. Véase Leviatán, de Thomas Hobbes.↩︎

  11. Esto es especialmente claro en el siguiente pasaje de la Riqueza de las naciones: “Pero el hombre tiene ocasión casi constante de la ayuda de sus hermanos y es en vano que la espere solo de su benevolencia” (Smith, 2020, p. 45).↩︎

  12. El enfoque e influencia evolucionista de los pensadores de la Ilustración Escocesa es explicado por el filósofo Friedrich Hayek en su libro Derecho, legislación y libertad. Ahí, Hayek explica que el enfoque evolucionista aparece con Bernard Mandeville y David Hume, y que luego fue aplicado en el área de la economía por Adam Smith y Adam Ferguson. En esas páginas, además, Hayek explica que es un error pensar que el evolucionismo sea un concepto que haya sido tomado de Darwin, ya que estos pensadores elaboraron teorías similares en campos como el lenguaje, el derecho, la moral y el dinero antes de que apareciera publicado El origen de las especies (1859) (Hayek,2020, pp. 42-46).↩︎

  13. En este punto, especialmente ilustrativas son las palabras de Alexis de Tocqueville, quien describe el mismo fenómeno que advierte Ferguson bajo la calificación de individualismo democrático. Según Tocqueville (2015, 466) esta especie de individualismo es “un sentimiento pacífico y reflexivo que predispone a cada ciudadano a separarse de la masa de sus semejantes, a retirarse a un paraje aislado, con su familia y sus amigos; d suerte que después de haberse creado así una pequeña sociedad a su modo, abandona con gusto la grande”.↩︎